XIU XIU
Xiu Xiu son una de las sensaciones de la rama más heterodoxa del nuevo indie norteamericano. Pero una sensación que va más allá del hype, puesto que aquí no hay escenas, modas, neo-algo, post-algo, rock requete-renovado o ropa de marca, sino talento sónico y lírico en un estado cercano a la pureza. Nacidos como proyecto en 2000 y liderado por el temperamental cantautor Jamie Stewart, ya desde sus inicios han hecho música que o bien se ama con locura (envíos diarios de ropa interior rosa tricotada cubierta de sangre) o bien se odia con saña (puñetazo en el pecho tras una actuación en Houston). Siendo un poco atrevidos podríamos describir sus discos como lo que resultaría de la unión del escritor Dennis Cooper con The Fall, o unos Bright Eyes con verdadera mala uva y peor leche.
Toman su nombre de la película Xiu Xiu (The sent down girl, USA, 1998) dirigida por Joan Chen, un estremecedor drama situado en plena Revolución Cultural China, y su música es dolorosamente autobiográfica, melancólica e histriónica. Tiene, desde luego, reminiscencias del pop británico y el post-punk, el techno y la cálida improvisación del lo-fi, pero a diferencia de la mayoría de las bandas contemporáneas, que filtran su tradición por una malla que expone abiertamente sus fuentes, las influencias de Xiu Xiu no están tan al descubierto. Teniendo en cuenta la dificultad que implica en el día de hoy dar con un grupo realmente original, Xiu Xiu se acerca bastante a este calificativo. Y en sus canciones se dan la mano elementos contradictorios —sonidos abrasivos frente a melodías hipnóticas, emoción que se expone vulnerable y a la vez escandaliza con descaro, humor y desesperación, belleza y fealdad— que pueden cautivarnos de forma irresistible.
“Fabulous Muscles” es con diferencia la obra más electrónica y “pop” de toda su discografía. Xiu Xiu hacen uso de su sabio ingenio para atacar con saña los tópicos del rock con inversiones y referencias desconcertantes, reflejadas en todo tipo de cortes extraños, yuxtaposiciones y arreglos inesperados. Canciones como “I Luv the Valley”, “Crack Heart”, “Clowne Towne” o la que da título al disco jalonan uno de los trabajos más cortantes y rompedores del 2004, donde hay composiciones estribillos dramáticos, fraseos, gritos, susurros, besos y escupitajos, ambientes terminales, hipnóticos, claustrofóbicos. Y un puñado de versos verdaderos sobre la falta de amor y de deseo y lo que pasa cuando albergamos demasiado amor y demasiado deseo.