JENNIFER GENTLE
Jennifer Gentle podría perfectamente ser el nombre de un personaje que, a juzgar por su música, acaba de escapar de las páginas de un cuento surrealista para niños. Pero Jennifer Gentle no es protagonista de ningún relato, sino que es el nombre del primer grupo italiano fichado por Sub Pop, con quienes presentan su tercer disco. Hay que admitir que Valende es un álbum que roza lo paranormal, con un discurso musical que a veces se prolonga hasta el caos más desorbitado y otras exhibe la mismísima anarquía que practicarían
Phenomenological Boys en I do dream you, una de las melodías más pop de todo el disco. Los cerebros de esta obra de primera son: Marco Fasolo (ex-Carcers), de 23 años, que canta y toca la guitarra y Alessio Gastaldello, de 30, que es el batería. A Marco le hubiera gustado vivir el acid rock de los sesenta con formaciones como 13th Floor Elevators, pero tuvo que conformarse con defender su discurso musical en el post-rock de los noventa.
Con un sonido que se contorsiona a sí mismo entre la psicodelia y el folk sosegado, estos dos italianos admiten sin tapujos que su manantial de inspiración se encuentra próximo a la lujuria creativa que ideó Syd Barret, mítico componente de Pink Floyd, allá por 1967 con el álbum The Piper At The Gate Of Dawn. No sólo encontraron el nombre de la banda en las teorías Pink Floydianas (”Jennifer Gentle” gritaba Syd en el clásico Lucifer Sam) sino que han sabido apropiarse de un manto de eclecticismo melódico único en el panorama actual. Ésa es la clave del sutil ingenio de este grupo, sin olvidar su capacidad para establecer contrastes originales, como los de las melodías más ácidas con la belleza acústica y el bucolismo de The Garden.
En el tratamiento vocal, incorporan voces infantiles pero a su vez maquiavélicas: una combinación perfecta de ingenuidad y oscuras intenciones que no pasará desapercibido a oídos de nadie. Nothing Makes Sense cierra el disco y es quizás lo más significativo de ese espíritu naïve y temerario. Valende no pasa desapercibido; quizás por el ambiente en el que se grabó (un destartalado sótano) o por sus fuentes instrumentales: (carillón de juguete, antiguos órganos, flautas de plástico, cadenas y relojes). Y por ese submundo surrealista y macabro que narran sus temas: cosas que se pierden en el fondo del bosque, reuniones siniestras en torno a una hoguera, jardines tan plácidos que hacen estremecer… están condenados a ser escuchados.